Foto: Antonio Veiga
El lenguaje puede ser reducido a su
expresión más perdurable y básica ― la palabra ― como el cuerpo humano al
esqueleto. Este curioso paralelismo entre hueso y palabra poética es algo que
me hizo descubrir, en Madrid, Dora Ribeiro. La poeta brasileña estuvo leyendo
sus poemas en la Residencia de Estudiantes una tarde plomiza y aciaga en la que
el pueblo de Madrid protestaba por los continuos recortes presupuestarios y las
condiciones draconianas a las que nos obliga nuestra permanencia en la
Comunidad Europea. Y es que ha finalizado esa época de vacas gordas mal
gestionada por políticos y banqueros prepotentes e incompetentes, que son
adjetivos que se parecen tanto que bien podría pensarse que se trata de uno
solo. Como digo, en aquella tarde aciaga, se dejó oír la voz cuidada,
melodiosa, tal vez titubeante, de la poeta Dora Ribeiro diciendo, sugiriendo,
apuntando esta similitud entre hueso y palabra, entre poema y adivinación.
osso
hueso
oráculo
oráculo
osso
hueso
de
tanto se repetir de tanto
repetirse
a
lengua vibra la
lengua vibra
em
estilhas e en
astillas y
se
inicia em novos se inicia
en nuevos
significados significados
Este poema recogido en el libro Olho
empírico, que me he permitido traducir, explica esa relación entre la palabra
poética y el desvelamiento de una realidad hecha de tiempo y espacio, de
distancias y duraciones intercambiables. El poema es una plegaria que, a fuerza
de repetirse, se quiebra, pero que, milagrosamente, como toda plegaria, emerge
con nuevos significados que no estaban en sus palabras. Es una jaculatoria
mágica ― el poema ― que busca expresarse entre los ruidos del mundo desvelando
y revelando lo que queda oculto. Es el hueso bajo la piel, que llama al
músculo, a la víscera y a la piel para habitar el mundo. Es el hueso que no son
capaces de roer las pequeñas larvas a las que dedicó su libro Brás Cubas. Y ese
hueso, esa semilla de lenguaje se hace carne y vive con nosotros. “Creo que hay
palabras que nos observan, nos enseñan, nos acompañan por la vida. Y nos dejan
su marca”, explicaba en Madrid la poeta nacida en Campo Grande. También yo lo creo
así. La vida es una experiencia que las palabras alumbran. Por ellas sabemos y
amamos, por ellas entendemos y nos comprometemos, por ellas, con ellas, nos
comunicamos. Y morimos. La existencia es lenguaje. Por eso la palabra-hueso
genera nuevos cuerpos, nuevos significados, habita en tierras desconocidas, se
multiplica en otros poemas, en otras anatomías, provoca una reencarnación
interminable de seres, vidas, lenguajes. Como las ondas del mar, como la
vibración interminable del universo, como el aliento palpitante de lo
existente, la palabra y el poema se multiplican y se suceden, se desarrollan en
una corriente de fuerza y sentido. Dora Ribeiro reconoce esta capacidad motriz,
este movimiento interminable en su poesía y en su vida. Onda o partícula la luz
recorre de parte a parte el universo para iluminarlo. Sea aliento o escritura
la palabra poética atraviesa nuestra vida para dotarla de sentido.
palabras enteras palabras enteras
abrem-se se abren
já divinatórias adivinadoras
e escandalosas y escandalosas
fazendo morrer em haciendo morir en
mulheres e mujeres y
homens as suas hombres sus
primeiras imagens primeras imágenes
Foto: Antonio Veiga
Pero la voz se quiebra ― a fuerza de
repetirse ―, se fragmenta y, de la ruina de los sonidos, de los fonemas, surgen
los nuevos significados, las nuevas realidades que habitan en nosotros. La
palabra es mágica y es comunitaria: hace pueblo y desvela la identidad, la
nuestra y la de nuestra gente, la del hombre y la de la humanidad. Las palabras
desbaratan las primeras imágenes, fueron los rudimentos de nuestra infancia,
nos sirvieron para entendernos y entender el mundo. Primero nos indicaron quienes
éramos y dieron un nombre al enigmático “yo”, cerraron nuestro cuerpo y lo
distinguieron de los otros cuerpos. Era la palabra reveladora y profética que
aprendimos como aprendimos los nombres de los que nos protegían, de nuestras
necesidades físicas, de nuestros miedos ancestrales. Para Dora Ribeiro la
poesía hay que entenderla como movimiento y como infancia: Como movimiento
porque es natural y es fuerza ciega y está impregnada de historia. Como
infancia porque sólo los niños saben inventar y configurar lenguajes absurdos,
impenetrables, esclarecedores. Lo dijo así: la poesía es “nuestro más fiel y
duradero animal”. Si no se siente la poesía como algo vivo, palpitante, como un
cuerpo que se mueve y respira y se alimenta, si la palabra poética no se entiende
como un oráculo y, a la vez, como un hueso indestructible, que sirva de armazón
a un significado todavía por desvelar: si no es así, el poema ha muerto. Sin
embargo, la voz poética es cómplice y está viva: es viento y es aroma, es voz y
es recuerdo, es el pulso en la sangre y es el juego sideral de los astros, es
silencio burbujeante y es vacío en plena tensión. Uno y múltiple, en la
resonancia interminable de las voces, la palabra, el poema se reproducen como
una célula o un organismo.
sob manhãs moventes bajo mañanas móviles
pensar os alrededores pensar los alrededores
e seus sexos y sus sexos
é obra de demolição es obra de demolición
Dora Ribeiro concluye este poema que
abre un libro, o parte de un libro titulado “escritura de demolición”, con esta
estrofa. Son móviles las mañanas, vibrantes, como antes lo era la lengua
generadora de palabras ― la lengua-instrumento, la lengua-órgano ― que crea la
mañana y la nombra como a sus contornos espaciales o temporales, a sus
silencios y a sus misterios. Pero las mañanas como los que la habitan son
móviles y vagan ― los seres ― anclados tan sólo por sus sexos, por el fruto que
los liga a la tierra y a la sabia del mundo. Sexos que chocan y se entreabren
como las flores y los frutos: sabrosos, delicados, aromáticos. Pero todo ello,
apunta la poeta, es obra de demolición. Se derruyen las anatomías, los cuerpos,
para que se mantenga la vida. Se rompe la estructura del lenguaje para que
desde sus cascotes-sílabas, desde sus letras-astillas se construya otro
significado, una visión nueva de la historia y de la vida.
La luz de la tarde se difuminaba en la
ciudad. En la intimidad de la sala habíamos escuchado las palabras redondas,
extrañas, reveladoras. Nos habían hablado de distancias, de estallidos de
belleza, de abismos y fiestas salvajes, de músicas y de silencios, de tiempos
líquidos y de cuerpos-escrituras, de vacíos y de jardines, de caminos y de
miradas, de geometrías y de cuerpos, de reescrituras y demoliciones, de
construcciones… La palabra poética, que nacía y renacía una y otra vez, con su
hueso y su piel, con su aroma y su sonido, alumbró fugazmente, a fogonazos, la noche
y se disolvió en la oscuridad. La tarde había quedado preñada de escondidas
verdades que nadie sabría repetir, pero que todos sentíamos en la carne y en la
conciencia. Y con ese vago perfume, con ese presentimiento, nos abandonamos a
nosotros mismos tal vez repitiendo mecánicamente, como una oración a un dios
desconocido: hueso, oráculo, hueso…
* * *
Antonio Maura é escritor, crítico
e professor universitário espanhol. Sócio Correspondente da Academia Brasileira
de Letras (julho, 2011) e assessor da Fundação Cultural Hispano Brasileira. Tem
publicado, entre outros, os romances Voz de Humo e Semilla de Eternidad, e o
livro de contos Piedra y Cenizas. Faz parte do Conselho Editorial de Cronópios.
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